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El juego del armario

 

Escuché un ruido y me escondí en el armario. Como cada jueves, en su visita periódica, desde hace dos años, cuando nos mudamos.
Mis padres me enseñaron bien:
— No podemos cancelar el contrato de hipoteca con el banco. Vamos a tener que convivir los cuatro.
El cuarto era el visitante. Padre lo llamaba así. Madre intentó que no me enterase de las noches en vela que ellos pasaron el primer mes. Su cara, en los desayunos, les delataba. Solían turnarse para no dejarme solo por si esa noche volvía. Al principio fueron pequeñas peticiones, ofrendas. Al mes, el visitante encontró un pequeño playmobil perdido entre las juntas del sofá. Las condiciones cambiaron, las
instrucciones fueron claras:

— Cada jueves, a las dos de la mañana, una vela encendida en su cuarto y nadie para apagarla.

Madre me explicó con señales lo que había pasado, Padre subrayó con su mirada aquellas palabras en las que reprobaba una futura mala conducta mía. Era importante.

Jueves: la vela larga de la semana en mi mesilla. Mis padres acostados; pendientes de la hora; manos entrelazadas; miradas directas; hablar a través del silencio.

Una cerilla rasgó la oscuridad, la mecha rompió a arder. La vela se fue consumiendo. Recogí mi almohada, viajó conmigo hasta el armario. Cerré la puerta, me acomodé y esperé a que aquel abriese la del cuarto. Las rejillas del ropero permitían una tenue visión de la habitación. El reloj de péndulo del salón marcó las dos de la mañana. La onda acústica del segundo toque se deshizo con lentitud en la casa. Al desaparecer, la puerta se abrió con el mismo ritmo que el sonido: sin pausa, sin prisa.

Se deslizó liviano hasta la mesilla. Un ligero descenso en sus ojos comprobó que nadie descansaba en cama. Se agachó hacia la vela y con los dedos hizo morir la pequeña lengua de fuego. Un
frágil chasquido dio paso a la penumbra y el monóxido de carbono ascendió con grácil curveo. La luna plateada se hizo presente en la habitación. Respiró tres veces, de manera profunda, limpia. Viró sobre sus pasos, mirando hacia el armario. Con los ojos fijos en la puerta, como cada jueves, se fue alejando de la habitación pronunciando, la misma frase:

— Una noche más, otra noche menos.

 

 

PROMPT:

Dame una imagen realista de una habitación de un niño en oscuridad donde haya una cama al lado de una mesilla de noche donde hay una vela pequeña. Hay una ventana donde entra la luz de la luna y un armario empotrado en la pared entreabierto donde dentro de él hay un niño pequeño escondido que se le ve un poco

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